Kelly Cocoon
Clarckson maldice una nube que le tapa el sol, saca una escopeta y le dispara a
la persona que tiene al lado, que la irrita porque tararea estupideces y dice
cosas dignas de alguien comparable a un simio privado de su libertad
intelectual retrasado mental que se golpeó la cabeza con un tronco gigante y quedo
senil y cojo y bizco y no puede dormir y se le Cruzan los cables y piensa que
es Sansón, Dalila, George Michel, George Bush, y el hijo de Obama y la esposa
de Saddam Husein.
Invesil
Imbécil
Un imbécil con cara
de mono se sube a un auto y rompe una barreta electrónica nutritiva, de esas
que te vende el electromecanicosquio y no te pregunta nada, solo te da una cara
de machista puro y sincero, mientras acaricia un gato feligrés consiente de su propia
existencia, esos que salieron a hora en combo con los cereales froot fucks.
Risas. No, de enserio, qué onda? No entiendo nada.
Yo tampoco, no te
preocupes.
Pero sigo
escribiendo.
Calles entrecruzadas
con niños envueltos y hospitales en llamas llaman la atención mientras llamo a
los bomberos para que rescaten a los enfermos y a la gente del hospicio, pero
no me atienden, me atiende más bien una maquina llamada bian que me va diciendo
que marque las opciones con números, pero lo que no puedo decirle es que soy
manco y solo tengo una mano, que es la que sostiene el teléfono y no puedo
marcar las opciones para comunicarme y comunicarle lo que estoy viendo. Decido
ignorar las muertes y seguir con mi vida. Qué vida? No tengo vida? Soy un pobre
diablo.
Soy una mujer
infeliz con cara de gorda y cuerpo de gorda y paperas y ojeras y papada y mal
de ojo. Nadie me mira cuando voy por la calle, nadie me silva, nadie me dice
“que carnes mamasa” o “te entro como don ramón a la renta” o algo así, no me
dicen ni dichos equivocados, ni cosas hirientes, no existo. Ojala fuese rubia y
sensual, ojala fuese alguien. No soy nada. Estar en Hollywood y no ser nada es
lo peor que hay. Intentaré irme de aquí, intentaré intentar algo, pero este
infierno, dios, este infierno es insoportable. Pego media vuelta y regreso al
jospital en jamas. Camino en silencio y muy lento, muy rápido pero en cámara
lenta, hacia las flamas, hacia mi muerte, y cuando llego a los pocos metros una
explosión derrumba lo que queda de hospital y me impulsa hacia atrás. Mi propio
peso hace que la caída sea dolorosa y siento que se me quebró el huesito dulce,
me duele, y encima tengo quemaduras de quinto grado repito de quinto grado en
las mejillas y en las carnes de debajo de los brazos.
Se acerca una
enfermera que sobrevivió. Le pido ayuda pero me dice que no hay ningún hospital
cerca.
Pasa el invesil del
auto con el gato feligrés, se estaciona a mi lado y me tira una lata de gaseosa
Stikers Hik’s KFC Bubblues en la cabeza. Luego arranca, me atropella y no recuerdo
más nada. (Mentira si recuerdo, pero es muy perturbador y no pienso contarlo).
Fickiri fuck. Son
las 18 y 16 y no recibí la llamada. Pretendo irme a casa. Pero sino, a caminar
un poco. Línea A estación Sáenz Peña. Después línea B hasta Alem y a casa.
Saludos,
Cristian Rovere
(Relato extraído de "Relatos Cortos y Despiadados", Cristian Rovere, 2014, ©)
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