viernes, 4 de abril de 2014

La cucaracha

Parado en la oscuridad veo
un movimiento, una sombra silenciosa
un suspirar de la noche de verano.
Me estremezco al ver como esos miedos que siempre estuvieron
se condensan en este ser que ahora es mi nemesis,
esta gruesa y sobresaliente cucaracha,
la reina de este infierno nocturno.

Se ríe de mi,
le habla de mi a las estructuras eternas del mundo,
mundo que es suyo,
que ha recorrido siempre.

Me mira
sabiendo que no tengo el valor de dejarla vivir,
otra noche mas soy presa de mi temor abrumador.
Me desespero, me siento etéreo,
soy una brisa invisible a punto de extinguirse
hasta que no me deshaga de ella
de su presencia inminente
que amenaza todo lo que alguna vez me fue querido
el sol y el amor de las criaturas de dios.

Todo es un valle de tinieblas en su presencia.
Tomo valor y me dispongo a terminar con su vida,
este ser inmortal, que supo del hielo polar,
del rugir de los grandes reptiles,
de la pesadez del aire y los colores profundos de un cielo proterozoico
ahora es el cuerpo de mi sudor frío,
de mi terror absoluto.

Me apresto a liquidarla
como un ángel de la muerte
y aplasto su crocante consistencia
como tantas otras cucarachas,
y siento que estoy matando la misma cucaracha
una y otra vez,
una cucaracha eterna e inmortal, indisoluble,
que no para de morir,
que no para de resurgir.
Verano tras verano, enardecido
mato a la cucaracha de mi sombra,
año tras año la veo resurgir de su agonía,
pues se alimenta de mi miedo,
miedo que es mi vida entera,
miedo que es mi noche larga
mi día aletargado
mi cuerpo suspendido en un espacio sin tiempo
en una pregunta sin signo de interrogación final
y mi corazón estalla junto con la cucaracha
otro verano
en la noche asustada.

(poema extraído de "Cazuela de Mariscos en Moldavia", Cristian Rovere, 2013, ©)

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